CRÓNICA 31
Quiero una ventana para ver mundos, y descubro que la llevo desde que nací. Lo primero que mamá puso en el horizonte era una luna nueva. Mamá contaba y daba las lunas al horizonte de mi ventana. Vano abierto para recibir el horizonte de cada luna que me toca vivir, y mamá sabía cuantas lunas se asomarían en mi ventana.
Aquí no puedo mostrar la ventana que olvido entre la vida y la muerte; ventanita que nos adorna de una caparazón de estrellas. Aquí en el cuartel de la tortura, me romperían el vitral de la silueta. Serían letras sueltas del nombre Pedro Jonas, y al otro lado, en el olvido, sería la desmemoria sin nombre, y sé, que tengo una estrella con el nombre errante de Pedro Jonas.
El Botas Negras, oficial del ejército uruguayo que nos tortura, si llegara a enterarse, me disolvería hasta la silueta del vitral de colores. Sus pasos y su voz displicente, inundan el ahora de esta memoria que se graba en un temblor infinito. Me captura la piel con su electricidad sobre la silla mojada. Soy copia de aquel temblor infinito; en mis miedos y el ataque piel adentro.
Otro baldazo de agua sobre mi piel atada a la silla de hierro, y ríe y jode sobre mi piel desnuda; la intemperie asesina jode con su picana. La electricidad corre por las venas, y contamina el temblor que llega a los huesos que se salen, y salto y no puedo porque estoy atado a la silla de la picana eléctrica.
Oigo y me espanta un grito reciente, lo desencajaron de su recipiente al hombre, lo extrajeron definitivo. El cabo Sixto Mandacarú logra el grito del detenido, grito arrancado con la ferocidad de la técnica criminal del cabo. En el entorno, sube su autoridad, y acaso la estima del Botas Negras, quien lo incluye en un lugar destacado de sus aprecios profesionales.
Se enorgullecen de pertenecer a una fuerza de hombres de La Orden; la misma fuerza armada que sostiene al dictador; los enorgullece la humildad de hombres como el cabo Sixto Mandacarú; quienes están al frente de la tarea principal; allí, en plena tarea de interrogatorio, el soldado entra en contacto con el enemigo: el vecino detenido.
Sé por experiencia, en qué y en cómo entran en contacto con el poblador de la ciudad, los líderes de tarea de la tortura. El cabo Sixto Mandacarú eleva su autoestima; crece su autoridad ante el equipo de soldados torturadores; y a través de hombres como el cabo Sixto Mandacarú, la oficialidad de La Orden Debida, decide sobre nuestro destino.
Capucha adentro, el viento que trae el día se enreda con el viento de mis olvidos; y los jazmines de la memoria, eclosionan húmedos a la hora de la velada poética en aquel patio de malvones, encanto de amores de Pedro Jonas, su servidor, la mirra viva del jardín alcanza brisas nuevas.
Viene de afuera de la capucha, el hálito frío del grito que arrancaron al hombre; es el hombre que resuena en preguntas de misterio, no sé quién es, no sé si todavía es, o se fue definitivo en ese grito que le arranca el torturador.
(del libro que escribo desde el título “NOCHES SIN CAMPANA")
JORGE JESÚS
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