CRÓNICA 35
Patinaba en pistas de horas y horas solares a la sombra del calabozo. El día tropieza un bache de tiempo y yo tropiezo en el bache del desvanecimiento. El día dentro del día, como si hubiera otros mundos que están en este mundo; son días de esos mundos, mejor dicho, del mundo de Pedro Jonas, su servidor.
Alucinante, perdía días de los calendarios. Despertaba a nociones de noches imposibles, noches sin estrellas. Pasaba por grietas del silencio sin puertas, hacia los aullidos de los sentidos; la memoria se desanuda de la conciencia; los olvidos descubren una piel de lunas antiguas.
La conciencia desanudada de la memoria, es conciencia que arbitra el diálogo que se instala, entre un él memorioso de los tiempos, y un yo, fragmentado por el dolor extraño a la naturaleza. La conciencia de Pedro Jonas, arbitra desde moldes lógicos, y juega con la simbología dialéctica, que aprendía en el patio de casa, charlando con mi padre que leía y sonreía. No obstante, la memoria ya no quiere comprender y graba mis aullidos, los gritos del dolor y los extendidos lamentos de la vida en la sombra del calabozo.
Aquí la cancha es regida por equipos de torturadores de La Orden Debida.
Los silencios de una cancha sin espectadores, absorben como una esponja en diques rotos, absorben a la conciencia. La memoria rige desde referentes culturales, impregnados en las palabras que me regalara mamá, referentes que la salvan del olvido, el olvido es un viento que arrasa. Algo de ese él, dialoga en la verdad de un delirio engañoso, la realidad exterior engaña y tortura y fragmenta a Pedro Jonas, su servidor.
Un paquete de murallas de piedras, empaqueta en calabozos a los detenidos de la dictadura. Murallas del cuartel viejo de la infantería de Paysandú. De piedra la muralla, larga como la cuadra de calle Ituzaingó, donde pasea el rondín armado a fusil de la sombra zigzagueante, ronda de alerta entre la puerta de la esquina de calle Setembrino y calle Treinta y tres.
Cuadra de la muralla de piedra, cobijo de una sombra que niega a la libertad. Tras la muralla vive la bestia con estantes de libros titulados por Hitler, Mi Lucha que el oficial retira del estante, y airoso le muestra soberbio a mi hermano Juan, para intimidarle esperanzas, esas son las huellas dactilares de la bestia, quien se alimenta del dolor que produce la tortura a los detenidos, los torturan porque acuerdan con la libertad que canta el himno nacional. Libertad o muerte tiene tres palabras, detenidos o dictadura.
La resistencia es un desafío de la libertad con la muerte, una muerte que se acostumbra en la tortura. Es una muerte que selecciona la bestia, para llevarse a los hombres y mujeres detenidos en calabozos de la muralla de piedra, en pleno centro de Paysandú.
Ivo, mi amigo portuario, fue seleccionado aquí por esa muerte que administran los oficiales del ejército que tortura, Los mismos oficiales me intimidan y me lo dicen con tonos de soberbia, me lo dicen en el calabozo para intimidar, y me dijeron la gran verdad que se oculta en lo obvio, podemos asesinarte Pedro Jonas, y seguimos libres como héroes militares.
Y es verdad, cobran el buen sueldo que siempre sobra de aquellos treinta dineros con que los compra el dictador. También es verdad que como funcionarios del estado, en esa dependencia apropiada por la bestia, ahí a través de ellos, los funcionarios militares, el estado asesina a Ivo Fernández.
Lo asesinan con una agonía lenta como es la agonía del tiempo de la tortura. Muerte por tortura ejecutada con su ciencia de bestia, que llegara con sus coces a dar coces feroces, a los vecinos de Paysandú.
Bestia que se instala con sus arrogantes comandantes que comandan la muerte real, los asesinos son reales, revisten en las fuerzas conjuntas de La Orden Debida. Cometen los asesinatos con el arma de la tortura en la impunidad que les otorgan los Mandos.
Los asesinados tienen nombres y apellidos como Ivo, a quien matan en el combate de la tortura, Ivo tiene las manos atadas de la sed y la capucha del escarnio sobre la boca, que pronuncia la palabra mamá, quien lo vela a cajón tapado custodiado por militares a una cuadra de la cancha de Estudiantil.
La metamorfosis del dolor en gritos del yo acosado, ocupa espacios entre horizontes de Pedro Jonas, su servidor; horizontes de la piel del detenido que vibra de miedos. Un él profundo del nombre Pedro Jonas, origina pensamiento que hace realidad el sueño de la semilla, pensar. Y si pienso, estoy vivo.
(del libro que escribo desde el título “NOCHES SIN CAMPANAS")
JORGE JESÚS
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