La Radio del Gato

lunes, 26 de abril de 2010

LA CONSPIRACIÓN - Jorge Jesús

CRÓNICA 30


En el vitral abierto, las estrellas cuentan su vida; una muerte supernova, las deja libres para vivir errando con un cuento luminoso, errantes en el cosmos de nuestros ojos. Ventana entre la vida y la muerte, ellas las estrellas viven entre el cielo y la tierra.

Sé que el vano de esa ventana tiene, un entorno similar a la piel de nuestra silueta, sé de la silueta del nombre Pedro jonas, con que me llamara mi madre.

Al nacer el nombre, él mismo es una ventana, un vitral conformado por letras, y cada letra es un color del vitral. Si salimos o nos hacen salir por esa ventana, dejamos cartas de navegación, velas trisadas por vientos, que escriben en nuestros dedos, promesas que acarician el placer de vivir en este lado del vitral.

Mi interlocutor interno, llamado como yo, Pedro Jonas, tiene olvidos milenarios en su nombre. La memoria llega hasta el vitral, y hay olvidos que vienen y pasan por el vitral hacia la memoria, y escribo con letras del vitral, caras nuevas de la luna; y de una estrella, errante en el misterio del nombre que eligiera mamá.

Sé que los poetas, tienen una ventana abierta, y algunos visitan el extrañamiento. Poetas, que llegan a esos antepechos del vano abierto, tienen olvido y lugar de asombros; donde surgen versos que endulzan la miel humana, el amor.



Salgo del entumecimiento del desmayo, mojado de un baldazo. Confuso entre aquel vitral y las letras de la palabra tortura. No todas las palabras sirven al hombre, algunas lo maldicen.

No todas las palabras compuestas por letras y aceptaciones del uso, y avaladas por la academia, son necesarias. Hay palabras que el idioma madre no me enseñara. Mamá nunca nos enseñaba el dolor-tortura. Es una palabra que no corresponde al idioma madre.

La palabra tortura no es necesaria, es una perversidad de la maldad de la dictadura de turno. Y una utopía de los tiempos humanos es la demanda; que no exista esa palabra, que no se extinga lentamente sobre el dolor humano, hay que abolir ya la práctica de la palabra tortura. Y ese es un sentido de la vida, abolir la tortura.

No claudicar nunca del sueño de aquellos jazmines, abiertos para vivir el placer del perfume, el placer de la sonrisa humana. Y aquí, mi propio condiscípulo preescolar, es el practicante del método perverso, lo que hace difícil mantener aquella utopía, de los jazmines encontrados en las manos humanas. No obstante, el vitral de la vida tiene letras de colores, que componen el nombre de Pedro Jonas, su servidor.

Otro baldazo de agua, cumple el cometido divertido de reírse del hombre Pedro Jonas, su servidor, quien despierta atado a la silla de fierro. Huelo, fuman tabaco de frontera, olor…

Olor a mierda, estoy zumbado de moscas, zumbidos y risas algo distantes, de quienes observan los baldazos, que mi condiscípulo acarrea sobre mi piel, despejando la realidad biológica del detenido Pedro Jonas.

Un poco más allá, el Botas Negras, interroga a Jorge, sobre el Libro de Arena, Jorge cuenta cómo leía en su librería de 18 de Julio llamada CABE, sigla del apellido Camerotta y Benitez, don Pacho; lugar donde Hernán pasaba las tardes escuchando a esos hombres sabios.

Y aquí, encapuchado, Jorge cuenta la metamorfosis del infinito atrapado por Borges; metamorfosis que intrigan al pulcro Oficial, que no encaja aquellas palabras en ese lugar de tortura, donde Jorge le cuenta hallazgos de los escritores.

Que Jorge le contara a Arregui, que Amorín le dijera andanzas de Borges en Salto; definiendo texturas de la Cuchilla de los Haedo, sus parientes. Y en el Salto se despide Borges, quien sale a buscar desolado; al padre infinito, de padre desconocido y madre plantada en el ojo de los humanos. Amorín en la yegua del cuento, y el otro Borges, desde el Hombre del paisaje urbano.

Desde sus convicciones de oficial interrogador de La Orden Debida, el Botas Negras se alarma, e interroga aquella conspiración de los escritores. Mis asuntos seguían con este cuerpo desnudo, sentado y atado y a baldazos me lavaban, a baldazos; oía los quejidos de Jorge. Y lo veía en otro lugar. No soporto que castiguen a Jorge, un intelectual exquisito; y altruista a la hora de dar a conocer una palabra a un obrero que aprende.

Jorge en el boliche, donde para el ómnibus de Agencia Central en Trinidad. Jorge visita a su amigo Arregui y se queda en la trayectoria, con la cucharita sobre el vapor del café, subiendo desde el pocillo blanco; y Jorge con la cucharita suspendida en el aire, mira en sus vitrales.

Cuando lo veía así, sabía que el mundo tiene, otro mundo de ese buen hombre, que pasea en sus vitrales, sostenido por la cucharita del café.

Jorge prende, enciende lo único que tiene, enciende su fragilidad y mira, mira alguna letra del vitral y remonta palabras de la Cantata a Guernica, rememora con olvidos prestados sus acopios del vitral, y enfrenta con esa dignidad que vence al torturador.

Rememoro a los ingenuos caracoles de Joaquín Medina, tan sanducero como Jorge, y desde mi silla de fierro ,donde me tienen atado y desnudo, lo oigo a Jorge conversar con don Joaquín, recorriendo la tela célebre, entre arbolitos de copas mordidas por pretiles del cielo.


(del libro que escribo desde el título “NOCHES SIN CAMPANAS")
JORGE JESÚS

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