La Radio del Gato

viernes, 16 de abril de 2010

CAMBIO DE GUARDIA - Jorge Jesús

CRÓNICA 22


En esas mañanas invadidas de pistas antiguas, remaba en la orilla del río hacia mi niñez, jugando a cosechar miel de orilla.

Si la mangangacera estaba toreada me tiraba al suelo, hasta que se aquietaban los mangangás. Desde siempre sabía que correr era lancetazo en fija, y cuidado en manotear el aire, se te venían las chuzas de los bichos gordos.

Esperaba la noche. Volvía a la mangangacera, tapaba la boca de entrada con barro, y en la boca de salida ponía el pico de una damajuana grande; la salida directa era hacia la damajuana de vidrio. Me acercaba al río y pescaba. Oía algo que no era del río y si de la noche, todavía no sé que es.

En las primeras luces del día, golpeaba el suelo de la mangangacera a malambo con el taconeo de las botas. Los bichos salían encolerizados, zumbando broncas imponentes en el aire chico de la damajuana de vidrio y trampa.

Depredada la miel de la mangangacera asaltada, con una piolita desde lejos aflojaba la damajuana, y zumbaba la libertad de los mangangás.

Devuelvo los remos al río y deambulo no sé hacia qué edad de la sed que ya no aguanto de tanto recordar la orilla del agua y las mangangaceras.

El silencio de mis remos río arriba se interrumpe con un nuevo gritón que insiste: A este, no le den agua.

En las cervicales otra vez y marcho. Cómo no despertar al mundo del plantón, si este desgraciado, con otro golpe parecido me mata. Caído, nunca tuve este miedo. Es algo tangible, a ellos, les da lo mismo separar mi cuerpo de la vida, o del alma, que lleva mi nombre, Pedro Jonas. La nada anduvo cerca esta vez.

Huesos sueltos en desmemoria del nombre, es lo que aprecian los torturadores acostumbrados a matar de dolor. Hay una voz de un hombre joven, acaso un alférez, y ya está ordenado en las filas de los torturadores. Y ordena tajante en la dicción, levántese y usa el palo este desgraciado; apalea como si la cosa recién empezara para este hombre llamado Pedro Jonas. El sismo en los huesos, me trajo los temblores a este otro día de plantón; cada día comienza en mis nociones encapuchadas, signo al día, en cada inicio de vigilia de la realidad exterior. El hombre joven, acaso Alférez, se entusiasma y me patea al centro. Una más y me deja ido.


(del libro que escribo desde el título “NOCHES SIN CAMPANAS")
JORGE JESÚS

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