DUELO DE ARTISTAS EN CHAPICUY
GARY COOPER Y LOS MALOS FALTARON A LA CITA,
LO CUAL FUE UNA FIESTA
El duelo se venía oliendo desde el día anterior, cuando aún de madrugada comenzaron a caer en buses y motos, los protagonistas. El pueblo dormía mientras el comisario comenzó a llevar en su camioneta blanca con letras azules que decían “policía” a quienes pisan tierra y bajaban sus armas.
Adentro del galpón un brasero ayudaba a los friolentos, en tanto las autoridades preparaban abundantes desayunos
Los tempraneros, pasado el momento de encuentro y habiendo calmado la sed y el hambre salieron a recorrer el terreno, forma lógica de preparar un duelo
Se internaron por entre los naranjales, probaron algunos frutos caídos, sortearon arroyos, y hasta alguno, el medio chino se detuvo y quedó solo por propia voluntad registrando con su paleta el cruce de agua, quizás por las dudas…
En medio de ese recorrido se habló hasta de las películas italianas que estrenó Cinemateca, cosa que demuestra la cultura de los contendientes
Cuando un ómnibus apareció a la distancia, abrió sus fauces y despidió como a cuarenta ¿rivales? Los primeros apretaron los dientes, tensaron sus ropas y mostraron una sonrisa a lo Gary Cooper en la hora señalada.
Pero pasó. Eran amigos y amigas.
Los pintores no pidieron ni permiso. Tela en bastidor fue la inspiración y se desparramaron por entre los yuyos, autos viejos y otros lugares más visibles
Los escritores y los músicos quedaron sumergidos en el desconcierto. Nadie anunciaba qué hacer. La libertad era demasiado libre.
Hubo ronda, presentaciones en mesa larga a la intemperie bajo el sol quemante, tanto que uno terminó yendo a buscar a una casa cercana los antialérgicos necesarios para no terminar convertido en un shrek, que en alemán significa monstruo
Mientras los pintores generaban la envidia de los demás, por la capacidad de producir sin importar nada más que eso, los músicos guardaron en silencio sus instrumentos, y los escritores otro tanto con los cuadernos enmudecidos y no heridos por las lapiceras ni los lápices
Y de pronto, comenzó un duelo. Se sufrió una invasión impensada. Desconcierto, sorpresa, gritos llenaron el lugar.
Los escritores seguían quietos mirando lo que sucedía para luego, quizás, registrar lo acontecido
Quienes invadían no eran mosquitos, ni caballos desbocados. Eran los niños de la escuela. Los primeros, porque de tarde cayeron los demás, con las maestras de blanco ordenando, gritando y rezongando como corresponde
Y llegó el almuerzo. Abundante.
Y con la panza llena, las armas enmudecían… ¿Un duelo de tarde? Ni Clint Eastwood podría sacudir la modorra…
Entonces los músicos tocaron algo para los infantes, los pintores siguieron impertérritos pintando, y algunos hicieron caricaturas para la bandada de niños que los rodeaban.
Los escritores miraban. Y hablaban entre ellos.
¿Qué hacer?
Y surgió la idea salvadora. La meseta de Artigas. Todos los duelistas en un gesto de confianza mutua y las voces de calma de los lugareños (“acá pueden dejar lo que quieran que no pasa nada”) se subieron al caballo motorizado y rumbearon a ver cómo en algún momento el héroe coqueteó con su novia, que estaba en la otra orilla, también escucharon las historias de Vichadero, se asombraron por el paisaje, recibieron las energías positivas del lugar y hasta trataron de evitar mirar el monumento omnipresente y mamarrachesco, con un Artigas con nariz de águila y un tamaño desproporcionado propio de un Gozilla japonés
Una arriesgada duelista trepó por las escaleras y escaló hasta la mitad de la mole aunque nunca reveló por qué lo hizo
A la vuelta, los bailes, los cantos y un trío de bailarines espectaculares que viniendo de al lado, Salto, anunciaron para sorpresa y desborde de alegría de los chapicuenses que les iban a enseñar a danzar como corresponde.
Tres músicos duelistas mostraron sus artes mientras los arándanos, la crema de leche, los mates y los chorizos al pan iban perdiéndose por entre las fauces de los presentes.
Los duelistas estaban cansados.
Y llegó la noche. Se partió hacia las termas y allí mientras unos trataban de dormir, otros guitarreaban, hablaban de la política, de la poesía, de la cultura, intentaban llegar a Chico Buarque, o Vinicius hasta que a las cuatro de la madrugada el sueño los venció.
Aquellos otros que sufrieron en carne propia ese duelo de creatividad masiva se levantaron apenas tres horas después y se vengaron con bombos y platillos, lo que es un decir, en realidad con los ringtones de los celulares y el sonido de un televisor
Desayuno mediante seguía la espera de los escritores y los músicos mientras los pintores no paraban de hacer lo suyo sobre los enormes bastidores
En el almuerzo, con la intendenta incluida y milanesas al por mayor surgió de un grupo hacer algo para la tarde
Así, mientras los pintores se fueron con sus petates para el frente de las termas, y otra gente se bañaba en aguas cálidas, catorce escritores y músicos más el coordinador hicieron un taller de improvisación al aire libre
El tema triunfante para trabajar fue el de los niños
Cada uno escribió un cuento corto, que luego se transformó en dos cuentos grupales. De allí surgió la historia a dramatizar, los protagonistas y fue todo diversión
Cuando llegaron los otros, ya casi de noche y pidieron que las escenas se representaran en el escenario que se había preparado para los turistas que invadían el lugar, estos catorce y el coordinador ya habían tenido su orgasmo creativo, por lo que se asumieron como espectadores
Y vinieron canciones y poesías para los asombrados visitantes que no entendieron nada y se fueron yendo a sus cabañas, algunas mujeres con sombreros de toallas imitando a Carmen Miranda
Todo culminó con el grupo de rock punk que anunció la hora de la cena
Y luego de ella, el cierre con la entrega de los diplomas para los duelistas y los abrazos finales, previos a la subida al caballo mecánico que los transportó hasta la Terminal de Paysandú, que más que una Terminal era un punto de partida. Aunque muchos quedaron en la misma ciudad
Quedó el abrazo fraterno, el deseo de más encuentros, proyectos que surgieron de la nada, amores confesados y otros no tanto y el agradecimiento sincero a Mario Y Jandra por la idea, y al pueblo de Chapicuy por el interés y la calidez que aportaron.
Gary Cooper no tuvo que pelear con nadie, algunos duelistas mostraron sus armas mientras otros prefirieron dejarlas guardadas, los lugareños no vieron destrozado su junta local, y los niños algún día van a recordar quién sabe qué de ese día en el que el pueblo fue invadido por gente “importante que nos vinieron a visitar”
Ojalá sirva para que esos chiquilines construyan futuros creativos allí, allá y en todas partes. Especialmente dentro de ellos
Andrés Caro Berta
26.4.10
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