CRÓNICA 17
El poeta desnudo adentro de la capucha, vive días y noches prisionero en el cuartel de “La Orden Debida”; sueña símbolos escritos en las flores lejanas; los poetas hacen espejos en almas de este tiempo; saben que prestan la luna clara en noches borroneadas y pintan el sol. Adentro de la capucha hay un mundo propio entre los mundos de este mundo. Tengo un sol que transparenta el agua dulce.
Solo puedo mirar el agua en la sed y no lo sé y quiero el agua que veo ahora. En mi barrio, don Joaquín Medina, pintaba arroyitos como caminitos, entre arbolitos flacos y altos; les pintaba una copita, lejos del suelo contaminado de las botas militares; copita tan alta que parecía, que el pintor hacía un banquete de agua dulce con el sol del barrio.
El mundo cerrado por la sombra, tiene llaveros de “La Orden Debida”; laberinto militar de la dictadura; límite donde comienza otro mundo, ojos adentro. Es vastísimo el territorio a explorar, y sin saber, lo exploro. En la sed del mundo perdido, ando en el tiempo vivido como si fuera la realidad exterior. Pedro Jonas tiene sed; proclamo en un mitin abierto, en la plaza de mis vigilias.
Mamá reparte pan en la mesa. Mi padre habla sembrando palabras, riendo debajo de sus bigotes de albañil, mis hermanos y hermana, conversan todos a la misma vez; mamá sirve una sopa de verdura. En el pan repartido en rodajitas finitas, comparte una costumbre, dar por igual hasta las migas del hambre de más pan. Contentos bebemos agua dulce, nos peleamos por algo que no recuerdo; y mamá con el cucharón pone el postre en su lugar; y comemos con cuchara sopera el dulce de zapallo casero, papá lee algo del diario “El Popular”, y sale hacia la obra.
Es ciudad chica el Paysandú de Pedro Jonas, y un obrero como papá, comparte el mediodía con nosotros en la mesa; qué cantidad de palabras nos traía, hablando y riendo cerca de una botellita de vino tinto, que achicaba con un vasito, probando la sopa con un chorro tinto, mojaba un pedazo de pan en el vaso, limpiaba alguna miga en los bigotes y reía contando de la obra; serio en cada consejo que se ligaba uno de nosotros, enseguida seguía expandiendo otras palabras que encontraba en la obra de la mañana.
Y ahora tengo esta sed y dame agua y te dan palo; la orilla del río está erizada de siluetas, que no dejan beber agua. Mamá nos habla del desarrollo armónico de las manos, y las palabras que traemos de la escuela.
Hay veces que hablo conmigo mismo. Desde que me ingresaron adentro del trapo de la capucha, sé, qué es el miedo y el pánico y los remansos donde el pensamiento decide sobre el dolor.
Mi interlocutor interior, dice que es una mentira eso de afirmar, que el pensamiento decide sobre este dolor de sed y agua perdida. Es la guerra contra el vecino uruguayo, contra el vecino artiguista. Aplastan y fragmentan la fuente del pensamiento; las palabras dicen imágenes, desde las distintas edades en que soy la fuente de Pedro Jonas, en este mundo ya sin tiempo de agua; mundo de la sed de Pedro Jonas.
¿Irina, estás aquí o pienso en imágenes de tu voz abriendo música de las palabras?
Salgo y entro a la cachimba del padre de Julio y el agua no nos moja. No queda agua. Roban el agua y mi boca es seca y la lengua ya no se humedece.
Es el lampiño de la carabina armada con bayoneta, es su voz que me está diciendo. ¿Para qué grita? Y diciendo canchero lo que dice, me pega el mismo. Es él.
Mandacarú, palpa mis huesos. Él ama desaparecer huesos.
Soy parte de su danza macabra.
A él no le importa nada de lo que a mi me importa.
El cabo Mandacarú colecciona huesos, en el secreto de los detenidos.
Él custodia los esqueletos, de los detenidos desaparecidos, en los cuarteles de “La Orden Debida”.
(del libro que escribo desde el título “NOCHES SIN CAMPANAS")
JORGE JESÚS
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