CRÓNICA 26
La poesía deviene de amor feliz o dolido por la frustración o la muerte; y el amor deviene, de la andanza humana por intersticios del futuro; donde quiere llegar la especie y el cuento no nos dice el destino; y nos ama y amamos para que la especie llegue impulsada por el amor.
De dónde salieron los torturadores no lo sé, ni sé para qué sirven; si mas bien su oficio es la muerte; el sueño nos cuenta, y al escuchar en el espejo de agua; la luna, anota el comienzo del pensamiento cotidiano.
Las palomas torcazas juntadas por mis manos después del gran viento, se crían comiendo pan mojado en el plato del gato. Embeben los picos finos y hondos en leche, al lado del accionar de las mandíbulas del gato que se cría con ellas.
La marrón le entra más al gato barcino, que juega entre picotones de las palomas subidas a sus cosquillas. Enrulan los bigotes en los picos endebles de pichonas crecidas. El gato juega con las plumas vivas…
Suena la señal, se esfuma la niñez con el gato que sale tras las palomas. Nos despedimos del patio y una mano saluda el aire compartido en el mismo plato de leche en que bebe el tiempo que vuela.
En el más aquí, siento que nos roncea el Botas Negras. Anda elaborando perfiles de su carrera militar, elabora módulos de tiempo y eficacia de la tortura; asistido por la experiencia de trato cercano con el enemigo detenido, experiencia que condensa su enlace inmediato con la tropa, el cabo Sixto Mandacarú.
En los tiempos que corren, estos perfiles inciden en el ascenso de oficiales, seleccionados por las Fuerzas Conjuntas de La Orden Debida. Verdugos especializados, que viven en el honor generado, por el hecho de sentirse disputados, para formar en los cuadros de oficiales de la elite de las distintas logias de la sombra, que sostienen con las carabinas, al dictador de Uruguay. País perdido en el dolor de Pedro Jonas, su servidor.
Siento una contractura del sueño en mi estado extraño, colgado desde las manos atadas a la espalda.
Entre acechos del aire enrarecido se oye un radio militar.
Es lo que oigo. Entendido, cambio afuera.
El Botas Negras, ordena a los Números y descuelgan prisioneros colgados como su servidor Pedro Jonas.
Acurrucado como caí cuando cortan la piola a cuchillo, ahí me quedo tal cual caí desde aquel dolor. Es el lugar y quieto duermo. Irina se acerca y entra desnuda a mi sueño. Le aviso peligros del Botas Negras y anda como sí, en mis lugares.
Un ruido de un metal restalla, como si levantaran un disco de arado y lo tiran contra el hormigón del suelo donde dormimos. Despertamos y aparece de algún lado el día.
Adentro del almanaque de la sombra, pierdo almanaque y nombres de los días solares.
(del libro que escribo desde el título “NOCHES SIN CAMPANAS")
JORGE JESÚS
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