La Radio del Gato

viernes, 15 de junio de 2012

70 KM. /H CRÓNICAS DE UN TRAYECTO


15 de junio, 2012:
 La bondad de los poetas


Un día, hablando con Carlos Caillabet, me dijo: los poetas, por el mero hecho de serlo,  no pueden ser malas personas. En ese momento me pareció una observación muy interesante y, como no estaba libre de la ingrata y soberbia convicción de que yo era un poeta, no me preocupé en desmentir a Caillabet. Antes, pues, me dejé regar por el halago y me olfateé limpio de impurezas y malas intenciones. Sí, soy bueno se dijo a sí mismo el gusano que habita en mi cerebro y encendió un cigarrillo para festejarlo. Ahora ya estoy enroñado otra vez. Es lo que pasa, uno se baña y se ensucia; se baña y se ensucia… No soy bueno. Estimo que la bondad debe circular por trayectos y terrenos por los que yo a veces ando, sólo de visita, extranjero. Casi podría decirles que deseo que la bondad sea otra cosa (distinta de esto que soy), que responda a planos más horizontales de la razón, a una moral menos intrincada y humana que la mía. No soy bueno, y, lo peor de todo, ya no creo poder aspirar a serlo, me digo. También cabe preguntarse en qué punto mi concepto de bondad se cruza con un concepto de bondad universal e inenarrable. En todo caso no soy bueno y es espantoso saberlo. No es, precisamente, que sea malo, que desee el mal y busque infringirlo. No soy bueno, ante todo conmigo, siempre conmigo. Tal vez, lo que Caillabet quiso decir es que los poetas, por el solo hecho de serlo, no pueden hacerle mal a nadie. Quién sabe. Tampoco sé el origen de esta torre de Babel en la que se yerguen mis huesos. Soy un río que, en la desesperación de alcanzar el mar, se va secando, va dejando un tendal de peces muertos. Ciego ante el objetivo, me privo del sano disfrute del trayecto. Por eso, espero que la bondad sea otra cosa. No puede ser bueno quien cercena su propia alegría.
Amadeo Pastor

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