22 de junio, 2012:
Principio de
inconformidad o el tedio de los extremos
En invierno añoramos la estación de las
temperaturas altas, el verano. En verano, por supuesto, añoramos el frío.
Cuando comienza a llover queremos que escampe; cuando los días son despejados:
nos vendría bien una lluviecita. Seríamos tan felices si tuviéramos aquello;
cuando alcanzamos aquello, queremos esto. Las metas se corren, se bifurcan
inalcanzablemente. Ostentamos el lujo de las decisiones, pero no sabemos muy
bien qué hacer con los deltas de la cotidianidad. Es la cuota, el sacrificio.
En las multitudes: soledad; en la soledad: multitud. Agridulce y bisexualidad.
Nos conforma la inconformidad. A veces, he llegado a pensar que la disconformidad
es el principio fundamental del progreso del hombre. Pero, cuando pienso en
eso, no me conformo; en seguida se me ocurre que en la disconformidad radican
los más viles crímenes de la espacie, toda su enquistada ruindad. Cuántas veces
me llené de goce al pronunciarme a mí mismo aquellas palabras de San Francisco
de Asís (¿o fue San Agustín?): “Desea poco, y lo poco que desees, deséalo poco”.
Igual, casi nunca lo aplico, siempre me he esforzado como un burro por cambiar
todos los “pocos” de mi vida por “muchos”, y viceversa. En virtud de esa
práctica perenne, hoy puedo afirmar que soy el dueño absoluto de una angustiosa
felicidad.
Amadeo Pastor
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