8 de junio, 2012:
Lejos del Noa Noa
Hoy salté de la cama,
confundido con el sonido del despertador que se empeñaba en entrelazarse a quién
sabe qué sueño o pesadilla. Después del primer aseo del día, apronté el mate (en
el mundo de la globalización, es preciso apuntar que el mate es una infusión
propia de estas latitudes del planeta que se prepara con hojas de yerba mate
molidas -Ílex
paraguaiensis-. Se bebe mayoritariamente en Uruguay, Argentina y Paraguay).
Mientras tomaba mate, leía el Noa Noa de Gauguin, me internaba en la selva
Tahitiana, sumergido hasta las costillas en uno de esos riachuelos que descienden
de las montañas y que, lamentablemente, no conozco. (He ahí una de las virtudes
de la lectura). Entendía, sin entender cabalmente, sin sangre, las
abominaciones viciosas de la civilización y buscaba, en las caderas no
deformadas por los corsets de esas mujeres desnudas, una verdad que me aligere
los días, que me devuelva la paz. Evidentemente, no encontré nada. Demasiado
monte natural he hacheado sin juicio. De lo que pude haber sido, no queda más
que una teoría lejana y nebulosa. Ahora soy el esclavo de mis lujos y frustraciones,
de mis ambiciones y caprichos. Lo peor de esas construcciones borrachas, es que
aún no alcanzan a satisfacer al hombre, que no colman, que el cuenco parece
siempre habido de más mieles, amargas y
fingidas. Al fin, las líneas de aquel libro me laceraban desde adentro, sin que
la armadura de metales impúdicos cediera ni un poco a los embates. Terminé el
capítulo y salí en busca del trayecto. Absorto en el convencimiento del absurdo
y la inutilidad de casi todos mis actos. La ruta estaba cercada por un campo ceniciento
y escarchado. La helada, pareja, extendida como un manto hostil sobre los campos,
demoraba en saltar de su aposento, quizá confundida con el apagado sonido del
despertador que anuncia la mañana. Los pájaros estaban mudos. Cuando las cosas
se dan así, con heladas circundadas por historias de selvas vírgenes, se me
ocurren preguntas profundas, como las de algunos niños ocurrentes. Hoy, por
ejemplo, me pregunté todo el trayecto por el lomo de los caballos.
Amadeo Pastor
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