Crónica 46
En este calabozo militar, el tiempo, me deja en cualquier lugar de mi historia. Aquí y ahora, camino en una estación extraña de mi cotidianidad, libre. Creo que la piel del tiempo vive y brota de mis costillas, acaso tenga cara de mujer su rubor mañanero.
Como sea, el tiempo, vive en este nombre de Pedro Jonas, su servidor, la muerte en la tortura es temible, desvanece los tules maravillosos del tiempo vivo y sus rubores de amor.
Acaso el objeto estético, me mueve a salir caminando en el empedrado de la realidad; realidad que decide en las historias individuales, a que escuchen el nombre, a que escuchen y sean en lo próximo la promesa de la madre.
Me siento en el andén a mirar mis manos, magulladas por las esposas, y no lo comprendo; salgo del andén entre el objeto estético anidado en esa luna llena, que sale hacia mi realidad; luna vestida con la cara de ella, la mujer que duerme a mi lado.
No lo sé. Es intolerable para el granito de arena que envidia al sol; ser quien dice que camina, y nos engaña para darnos el movimiento del cielo.
El sol que invento adentro de la capucha se las arregla para andar, y anda y alumbra la plenitud de esa luna bellísima que pintan en mis ojos.
En el balcón de la vigilia miro hacia la luminosidad de aquella intemperie; donde ella, la mujer que duerme a mi lado, se burla en su mundo de sol; se burla del mundo de mis ojos que ven, y ella dice que no es, y ríe. Toco hacia mi costado y encuentro la sed del calabozo que me retrotrae a este tiempo de Pedro Jonas, su servidor.
Hay algo en las palabras que no pueden consigo mismas; se parecen al Atento, inquieto con los pájaros que le acercan el cielo a sus ojos.
Las palabras van bien, una con la otra, hasta que llegan a la palabra cielo; entonces les viene el brío y saltan entre ellas, componiendo combinaciones que fundan la metáfora. Campana azul, donde se apuran a gozar el gozo extraño de la sed, en energías de agua.
El objeto estético, niega que la palabra tortura sea humana, lo que mata al hombre no es humano; es bestia que articula rugidos intolerables en la boca del idioma madre; y te cuento amor, mamá no me enseñaba estas palabras del reino hispano parlante; la palabra tortura no es de la lengua madre, ellos matan la madre al matar mujeres.
Imagen de pan el amor de mi madre, y tú, Pedro Jonas, te burlas del calabozo porque eres libre, y la libertad de decidir quiEn eres Pedro Jonas es una libertad que ninguna dictadura puede encerrar en una venda de piedra. Guarda algo de la promesa, Pedro Jonas; boca de la promesa en tu boca que sonríe; pose juvenil del juego de la Madonna que nos regala el mundo.
Corro y corro hacia a tu realidad y me desvelas. Pienso, Pedro Jonas, que ella es la luna del horizonte; una luna amarilla y grande, viajera en amarillos de rojizos leves, que salen de la borra de vino, ilusionando mi copa.
(Del libro que escribo desde el título "NOCHES SIN CAMPANAS")
Jorge Jesús
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