La Radio del Gato
martes, 18 de mayo de 2010
Novedades editoriales
Por: Pablo E. Chacón
Cristo con un fusil al hombro
Ryszard Kapucinski
Anagrama
La contraportada de la primera edición polaca de este libro (de 1975) exhibía un texto escrito por el autor: “Poco después de la muerte del Che Guevara, el pintor revolucionario argentino Carlos Alonso pintó un cuadro que inmediatamente se hizo famoso en toda América Latina y que multiplicado en miles de copias, apareció en forma de cartel en los muros de La Habana y de Caracas, en las aulas universitarias de Lima y de Santiago de Chile, en las viviendas de los obreros brasileños y en las chozas de los campesinos mexicanos. Alonso había pintado una figura de Cristo con un fusil al hombro, figura que por su aspecto y atuendo recordaba la de un guerrillero, fuera éste cubano, boliviano o colombiano. En los países de las dictaduras militares, la policía arrancaba el cartel de los muros; en Paraguay dieron con sus huesos en la cárcel los estudiantes que habían aprovechado la noche para pegarlo en las calles de Asunción. El cuadro de Alonso se ha convertido desde entonces en el símbolo artístico del luchador, del guerrillero, del hombre que arma en mano y en las peores condiciones, combate la violencia y la arbitrariedad en su lucha por un mundo diferente, justo y bueno con los seres humanos”. Para ser rigurosos, no fue Ernesto Guevara sino el sacerdote Camilo Torres, abatido a tiros, quien había hecho de prototipo de la figura de Cristo con un fusil. Sin embargo, sólo la muerte del Che, en vísperas de la revuelta del 68 y en un mundo inmerso en la Guerra Fría, dio comienzo a la leyenda que inspiró a los jóvenes rebeldes de los países del Sur, que se desangraban en silencio bajo la férula de unos regímenes tan atroces y genocidas como impunes. Esta reedición recorre el escenario de esa época de cambios.
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El Guernica de Picasso: el poder de la representación
Andrea Giunta (editora)
Editorial Biblos
Esta no es la historia de un cuadro sino la de algunos de los muchos debates que éste produjo. Una pintura que no concluye en el límite de su superficie sino que se actualiza, adquiere nueva vida, cada vez que se discute sobre ella o que se levanta como una bandera, incrustando nuevamente su historia en el presente. El problema no radica sólo en el estudio de su recepción sino también en la fuerza con que esta imagen se ha incorporado a la vida cotidiana de las personas.
Todos los superlativos que acompañan la simple mención del Guernica de Pablo Picasso se desvanecen cuando los curadores describen el estado actual de su superficie. Desgarros, pérdidas, refuerzos, deformaciones, orificios, suciedades, grietas, repintes, microfisuras, levantamientos, reintegraciones, desgastes, restos: los términos remiten más a una ruina que al icono esplendoroso del siglo XX. El propio autor la definió como “una pintura herida”. Sin embargo, lejos de haber perdido su poder, lo ha acrecentado.
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Rostros. Ensayo de antropología
David Le Breton
Letra Viva
El rostro tiene historias que atraviesan los siglos y son muy diferentes. Le Breton hace una antropología de esa parte del cuerpo que es lugar central de la comunicación. Sin dejar de lado el “cara a cara”, el mal de ojo, las máscaras, las muecas o los identikits, pone en evidencia las paradojas de la envergadura del rostro humano, conduciéndolo sucesivamente por la historia de lo deformado y lo resplandeciente, lo bello y lo feo, lo aceptable y lo insoportable.
El autor relaciona rostro y máscara. “La máscara no es una simple herramienta para asegurarse el incógnito, sino que revela secretos, sorpresas. Suele tomar las riendas apoderándose del hombre, quien creía dominar, orientar su acción. Querer escurrirse de los propios rasgos no es una intención libre de riesgos. Cambiar de rostro es cambiar de existencia… ¿No es acaso el rostro una medida de precaución a través de la cual se dominan todos los impulsos, las tentaciones que pondrían en peligro el orden del lazo social?”.
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Las distancias del olvido
Manuel Rebón
Colihue
Este libro, ganador del concurso Homenaje a Nicolás Casullo, muestra muchas de las nervaduras de un pensamiento que juega con la frase, aplica su cincel artístico y nunca abandona la razón argumentativa. Recreando las modalidades del ensayo que practicaba Casullo, pero sobrevolando autores que no eran sus principales lecturas, “Las distancias …” despliega contingencias y derivaciones propias y nos presenta así a un ensayista visto en un doble aspecto. Por la mirada del crítico. Y evocado también por el arte de otro escritor joven que hablando en su propio lenguaje, consigue el efecto real de decirnos que una veta fundamental de la ensayística de este país no se ha extinguido.
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