En tu frialdad se emboscaban
Los grandes esclavos moros;
Negros y brillando en oros
De lejos me custodiaban.
Y, devorantes, soñaban
En mí no sé qué tesoros...
Tras el cristal de los lloros
Guardaban y amenazaban.
Ritmaban alas angélicas,
Ritmaban manos luzbélicas
Sus dos pantallas extrañas;
Y al yo mirarlos por juego,
Sus alabardas de fuego
Llegaron a mis entrañas.
Delmira Agustini
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