Domingo, día para visitar
cementerios. O saludar a los marchitos pasajeros que corren en el tren de
la vida. O, quizá, hacer antesala a los que agonizan y aún bostezan. Sin duda,
es un espacio para homenajear a los muertos queridos. Tal vez, también, caben
los perdones tardíos, las palabras sin sentido, los besos resabiados, las
caricias sin pasión y las flores sin frescuras. Domingo, día para exhalar el
último respiro.
Jan Kaa
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