Todos los sigilos, al final de
la tarde, calan los murmullos de las abstracciones. Especulan. Enjuician.
Hedores fúnebres se exasperan contrariados. Salgo a caminar con la idea de
desertar falsos espejismos. Huir del llamado que golpea la puerta. Sólo
encuentro voces ordinarias. Escucho: Qué cocinan. Qué aspiran para mañana. Cuáles
son sus problemas. Quiénes sus hijos… La cabeza me estalla. Miro la balanza. Mi
voz interior dice: mezquindad. Entrampa todos los caminos. Todo apesta a
ingenuidad. Regreso. Una soga espera.
Jan Kaa
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