José Sarria (Desde España. Especial para
ARGENPRESS CULTURAL)
Canción en blanco
Álvaro García
Colección Visor de poesía. Madrid, 2012.
Hace doce años escribí que los poemarios
Intemperie (1995) y Para lo que no existe (1999), de Álvaro García, estaban
significando un punto de inflexión en la poesía cultivada por el poeta
malagueño. Se estaba produciendo el destronamiento de la diosa Razón (ramera de
la poesía, en palabras de Carlos Edmundo de Ory) de sus textos; los personajes
y su contexto habían dejado de ser lo que significaban para reunirse en el
espacio donde habitaba la intemperie del poeta, que experimentaba con el orden
trascendente de la palabra. A partir de ahí se inicia, con Caída (2002), la
trilogía de libros-poema que culmina, tras El río de agua (2005), con su última
entrega: Canción en blanco (2012), obra ganadora del XXIV Premio Fundación
Loewe.
Canción en blanco es un magnífico poema largo
que ha de entenderse desde la perspectiva de una experiencia fragmentada que el
poeta articula a modo de soliloquio existencialista reiterado, que por
continuado deviene en la percepción totalizadora de esa realidad; procedimiento
escritural utilizado por Juan Ramón Jiménez en su poema Espacio , en una
especie de juego cubista, con el que Álvaro García deconstruye sus vivencias en
numerosos planos sucesivos, donde confluyen y se encastran pasado, presente y
futuro insertos en la misma realidad objetiva, para analizar, reflexionar,
acerca de la condición de la existencia humana: libertad, responsabilidad
individual, emociones y significado de la vida y de la muerte, que conforman la
integridad de una misma realidad poliédrica: “Imágenes que se unen al decirlas
/ como las líneas de la carretera / se vuelven línea entera en la velocidad”
(p.9).
Los versos de Canción en blanco toman como
contexto una habitación de hotel junto al mar, donde una pareja hace
celebración del amor, a la vez que el televisor emite imágenes de una invasión.
Simultaneidad de todo cuanto acontece y que se imbrica con el argumento
reflexivo del poeta, sin estridencias. El contraste de experiencias cotidianas
se engarzan con el fluir de la conciencia del poeta que, como argumento
central, como columna transversal, y a modo de salmodia o monólogo interior
juanramoniano , sostiene el discurrir de todo el poemario. Desde el lenguaje
imperfecto de los hombres, el poeta quiere conectar con la eternidad (“¿Es
discreto venir de pronto al mundo? / ¿Es discreto morirse sin saber?” (p.25)),
al enfrentarse no solo con los objetos y sus hábitos, sino con la más profunda
y solemne significación de la vida, transustanciando la vivencia personal en
experiencia poética: “He vivido en la cara oculta de la lucha, / delante de
palabras solamente, / que quizás te completan. /…/ No hay que dar nada por
sobrentendido, / pero sentir es otra cosa.” (p.19).
El poemario se abre con una rotunda
declaración de principios que, a modo de frontispicio, da título al mismo:
“Sólo puedo decirlo con la canción en blanco” (p.9). Con esta exposición a ser
invadido o conquistado, de dejar fluir imaginación, recuerdos, fantasías y
vivencias, Álvaro García se dispone, desde la entrega, en blanco, a concitar
tiempos y espacios (de nuevo Juan Ramón) para invocar el milagro de la
eternidad, de la totalidad, desde la fragilidad de lo que conocemos, de lo
cercano e inmediato (“Hemos sentido que querremos siempre, / por eso amamos una
fragilidad” (p.31)).
Los más de quinientos versos que configuran
este poema largo se articulan como un dilatado éxodo, una “travesía de la conciencia”
(p.29), un intento de “comprender el universo” (p.59), un “escapar hacia
dentro” (p.61), donde las imágenes cotidianas, los hechos vividos, se suceden
en continuidad, como las líneas de la carretera que transmutan en línea entera,
donde unas sensaciones llevan hacia otras (el recuerdo de una música, la boca
que se descubre en el sabor, las palmeras delante de la clínica o la bola de
frontón en la alberca vacía), con la leve interrupción de una música húngara en
la calle que nos recuerda, sin estridencias, mientras ella sigue abrazándole,
con el pecho en su espalda, que aún están encerrados en la habitación-universo
de un hotel (pp. 31 y 32). Una continuidad de la conciencia (“Todo es
conciencia” (p.27)) que se traslada hacia otra nueva y diferente realidad,
desconocida, a la que se entrega el autor, encadenando el tiempo con todos sus
tiempos (“Detrás del tiempo hay tiempo, pero en vilo” (p.37)), lo que existe
con lo que no existe; una canción que va brotando, cadente, melódica, desde el
espacio en blanco de la memoria y que acabará por construir un poemario
armónico y pleno de significado acerca del sentido de la vida.
Canción en blanco es la aceptación final del
significado más franco de la existencia, la comprensión del universo (p.59),
que no es otra cosa que llegar al nítido convencimiento de que estamos abocados
a la muerte y al olvido, y que el único pulso real, preciso y verdadero es el
de la naturaleza: “No fluye aquí otro pulso / que el exacto, / inútil y rotundo
de la naturaleza” (p.41).
Fragmento de Canción en blanco
(...) como sonó el violín del barco hundido:
música: simulacro de una salvación.
El amor y la música
reordenan el mundo
mientras parece que lo desordenan.
La avenida respira ondas del aire,
cambios donde no hay sitio,
la música incendiada,
el tiempo sin final.
El futuro, sin ser, es armonía
que abre la puerta a ser,
contra el sobrentendido,
contra la paz culpable,
contra el lugar y el tiempo
que son sólo un lugar y sólo un tiempo.
(...) como sonó el violín del barco hundido:
música: simulacro de una salvación.
El amor y la música
reordenan el mundo
mientras parece que lo desordenan.
La avenida respira ondas del aire,
cambios donde no hay sitio,
la música incendiada,
el tiempo sin final.
El futuro, sin ser, es armonía
que abre la puerta a ser,
contra el sobrentendido,
contra la paz culpable,
contra el lugar y el tiempo
que son sólo un lugar y sólo un tiempo.
Fragmento de Canción en blanco
El tiempo se adelanta al tiempo y a
nosotros
mientras brilla
la luna inatendida por el mundo,
el orden de los gatos por las tapias.
El labio se hace sangre
y se llena la sangre
de beso y agua y aire mal soplado
y se alumbra del lento fuego oscuro.
La sangre ha conectado de golpe con el tiempo.
Sabemos nada y todo.
Somos un animal que es dos humanos.
Sustancia tuya y mía arden en una.
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