El escritor argentino iba a ser homenajeado el domingo en la Feria del Libro por el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires.
El escritor argentino tenía 99 años y llevaba años retirado en su residencia de Santos Lugares, en las afueras de Buenos Aires. Es allí donde en la madrugada del sábado su cuerpo no pudo más, complicada su salud por una bronquitis. Con el autor de “El Túnel” se va uno de los Grandes de la literatura en lengua española, que, además, marcó por su compromiso social y ético.
Hace tiempo que Ernesto Sábato había dejado de leer y de escribir. Su ceguera le obligó a ello. Fue su segunda renuncia. La primera había sido por convicción y no por salud. Doctor en Física, trabajó en París, en el Laboratorio Curie, pero en 1945 dejó las ciencias para dedicarse plenamente a la literatura.
El reconocimiento internacional le llegó en 1961 con “Sobre héroes y tumbas”. En 1974 publicó “Abaddón el exterminador”, que cierra la trilogía iniciada en 1948 con “El Túnel”.
“Las modas son legítimas en las cosas menores, como el vestido. En el pensamiento y en el arte son abominables”. La frase de Sábato suena casi como consigna de exigencia, de rigor. La misma que quiso aplicar a la búsqueda de la verdad. "Sucede que, ante determinados acontecimientos, todo intelectual auténtico debe postergar su obra personal en favor de la obra común, poniendo su voz al servicio de los hombres, para ayudarlos a construir una nueva fe, una débil pero genuina esperanza. Entonces, en el vertiginoso suceder de los acontecimientos, la palabra que surge en respuesta logra evadir su destino fugaz y perecedero”, defendió Sábato en un discurso pronunciado en Madrid en la entrega de los Premios Ortega y Gasset de Periodismo.
Ernesto Sábato dijo a menudo que él no se consideraba un escritor profesional. Sus últimos años le llevaron a la pintura y llegó a exponer en el Centro Pompidou de París en 1989. Unos años antes, en 1984, había recibido el premio Miguel de Cervantes, máximo galardón de las letras hispanas.
En su libro de memorias “Antes del fin” (1999) Sábato se describe como “un niño solo y asustado”, que “desde la ventana contemplaba el mundo de trompos y escondidas que me había sido vedado”. Ahora nos va a faltar su melancolía y su lucidez.
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