LAS
CENIZAS DEL POETA ROLANDO
FAGET SERÁN TRAÍDAS A SALTO
Bienvenido entonces por
siempre a Salto, poeta de la retama, de “la río”, de la luz y el agua;
bienvenido para siempre entrañable hermano. Jesucristico...
Rolando Faget se destacó como poeta, periodista
y promotor de la cultura, especialmente de la vida cultural salteña. Su vínculo
inicial con esta tierra fue a través de la poesía de Marosa di Giorgio cuya
lectura le produjo un verdadero deslumbramiento. Viajó a Salto a conocer a la
autora de Los papeles salvajes y desde entonces quedó cautivo de la calidez de
la gente y de los atardeceres sobre el
río.
A fines de la década del setenta se
estableció aquí y comenzó un programa radial. Su voz potente con un dejo
tanguero fue cautivando a los oyentes,
sobre todo a los jóvenes quienes percibían en sus mensajes las claves de
la resistencia a la dictadura. Difundió la poesía, el canto popular uruguayo
que en esa época era una cuña de luz en las tinieblas, el teatro, la narrativa
nacional, el tango, género por el que tenía una gran pasión. Al mismo tiempo
fue tendiendo puentes hacia los creadores, hacia los jóvenes, hacia los
excluidos y los débiles. Todo lo hizo con maestría y humildad, sin grandes
definiciones, con la fuerza del corazón desnudo como única bandera.
Rolando Faget fue un cristiano puro,
auténtico, vertical. Fiel a la filosofía de Cristo, vivió ligero de equipaje y
sin llaves. Más de una vez lo fui a
despedir al aeropuerto, cuando viajaba invitado por familiares y amigos, y todo
lo que llevaba cabía en un pequeño bolso de mano. Después recibía sus postales
coloridas que ahora aparecen de los cajones y entre los libros.
Su
figura sosegada, su andar desalineado, la larga barba que lo años volvieron
blanca, la bufanda roja con que enfrentaba los inviernos, componían una estampa
singularísima que parecía necesitada de amparo. Sin embargo, era él quien prodigaba ayuda y protección con una valentía y una
generosidad extraordinarias. No fui el
único de los amigos que tuvo que discutir
para que aguantara algún mango en el bolsillo cuando se acercaban a
pedirle quienes ya lo conocían de la parada del ómnibus.
Cierta vez, por desavenencias laborales,
un alcahuete de la dictadura lo amenazó (un periodista fue testigo de eso) con
matarlo “si volvía a pisar Salto”. En
esa época, Rolando Faget había regresado a Montevideo al ser despedido de la
radio. Sin ninguna ostentación, en el silencio que lo caracterizó, vino a Salto
cuando las circunstancias lo reclamaron y presentó un libro de acuerdo con la
invitación que le habían hecho. Al igual que otras veces, recorrió la calle
Uruguay con sus mocasines aplanados, las manos entrelazadas a la espalda
mirando los edificios que tanto apreciaba. Tiempo después recordó el episodio de
la amenaza en el mismo tono con que se cuenta una película que se quiere
olvidar.
La poesía y la muerte
Nunca trabajó el cincel del verso para
construir su estatua, porque sabía que todas las estatuas nacen del miedo y su
único miedo fue a lo diabólico, y lo combatió
con la oración y la vida ceñida a la doctrina de Cristo. Creyó que la poesía
era como los ríos que parecen varios, de distintos nombre y color, pero son una
sola agua asomando aquí y allá siempre dulce, generosa y sin dueños. Por eso
abordaba con respeto y entusiasmo los textos de los jóvenes que habitualmente
le pedían opinión.
Escribió
poemas magníficos, vibrantes, a los ríos, a las plantas, a los gatos, a las
mujeres que amó. Escribió un poema rotundo a Zelmar Michelini, jugándose entero
frente a los chacales, llamado “Porque tu sangre aterra”. Este poema es una
lámpara encendida, un grito de dolor y rebeldía que seguirá oyéndose en la
poesía uruguaya. (“Porque tu sangre aterra/ sigue amando/ bautiza cada aurora/
desnuda a los culpables”)
Creía que la muerte no era más que una
puerta y escribía cartas a los muertos, luego las dejaba al pie de las tumbas o
las enviaba por correo a las iglesias. Le escribió a Salvador Allende (yo dejé su carta en la tumba del presidente en el cementerio de Santiago de
Chile en diciembre de 1999), a Antonio Machado, al Padre Pío, a la Virgen del Pilar, al Apóstol
Santiago, a Pablo Neruda.
Quería “desenterrar abuelos”, tal vez porque
ya había visto todo lo que se puede ver y todo lo que está por detrás de lo que
se ve. Fue despojado más que generoso, “un adolescente de barba blanca”, lo
definió alguien muy cercano.
La
ciudad y el parque
Rolando Faget amaba esta ciudad.
Recordaba con detalles la hora en que la luz se volvía dorada sobre río, la
penumbra verde del Parque Solari, “un parque melancólico”, donde anduvo
buscando las huellas de Jorge Luis Borges. Recordaba zaguanes, rejas, el estallido
del sol a la hora del crepúsculo.
Cuando hablaba con fervor de Salto yo
solía jugarle chanzas diciéndole que, a pesar de su afecto por la ciudad, no
podía considerarse salteño porque no había nacido aquí.
Su réplica era siempre la misma risa con
algo de picardía, quizá porque sabía que un sábado de noviembre sus diez sobrinos,
a quienes tanto amó, su hermano José, quien reside en Barcelona, su hermana
Liliana, y algunos amigos vendrían en comitiva a Salto para dejarlo
definitivamente aquí, donde dijo haber sido feliz.
(Montevideo, Miguel
Motta ) El próximo
sábado 5 de noviembre serán esparcidas en Salto las cenizas del poeta Rolando Faget
Llovet, fallecido en el 2009. A las dieciocho
horas del mismo se celebrará una misa recordatoria en la Parroquia Sagrado
Corazón de Jesús, a la que asistirán familiares y amigos de Salto y Montevideo.
ROLANDO FAGET / Hay sol y otros poemas
Escrito por Héctor Rosales
Desde su primer libro, “Poemas del río marrón” (Montevideo, 1971), la
obra de Rolando Faget (Montevideo, 1941-2009) está intensamente unida a su
ciudad natal y a un espíritu viajero que lo llevaría no sólo a recorrer
innumerables pueblos y ciudades de diferentes países, sino a difundir en ellos
la producción de la cultura uruguaya de su tiempo.
Creador inquieto, fragmentado, en constante relación con el
periodismo, el cine, la radio (de la que fue uno de los mejores locutores
uruguayos), la literatura nacional (escribió gran cantidad de notas sobre
autores contemporáneos y fue uno de los fundadores de “Ediciones de La Balanza ”, el más innovador
sello de poesía en la dura década de los setenta), lector incansable de
escritores de todas las épocas y estilos, hombre universal y, a la vez,
profundamente rioplatense, Faget merece sin duda un reconocimiento que le fue
vedado en vida.
En MALABIA presentamos una selección de textos suyos, recordándole al
lector que puede encontrar mayores referencias en los siguientes espacios de
internet:
- “En el nombre del trigo” / blog dedicado al poeta:
- “Nadie dude el lucero” / Antología Poética (1971-2002), Palabra
Virtual, México 2009:
- “Faget o el ángel sumergido” / crónica sobre el autor publicada
originalmente en la
Revista Espéculo , nº 12, Universidad Complutense de Madrid,
julio-octubre 1999:
ROLANDO FAGET / poemas
Son desbordadas noches
caminares bajo la luna afuera
el mundo activo oleaje en la cabeza
marejada de ruidos y de impulso
agudo grito astucia de esas noches.
Noches que son alcohol y que son vasos
desasosiego andante compulsivo
reprochables virajes de arraigo y desarraigo.
Es quedarse desnudo mirándose a uno mismo,
es nada sucediendo y todo adentro.
Horas que no son nada, noches como de ausencia repentina
buscando el permanente, frágil renacimiento.
De Poemas del río marrón (1971)
O una calle imposible de plátanos coherentes
una ciudad poblada de vasos con pitanga
presentidos tranvías corriendo suburbanos entre radios, malvones
cerca de costa y fábricas.
Reinventar la ciudad, casa recuperada
rabia, acento, reservas
la amplitud de los trigos
ilusión de concretas estaciones futuras.
Patria nueva encontrarla
deshacerse, combate, noches de hoguera y agua
sol repartido urgente, casa recuperada.
De Poemas del río marrón (1971)
REITERACIÓN
Que algo me va quedando es evidente
de
este claro pedazo de papel
de
esta melancolía fantástica
de
encontrar este claro papel de hace unos meses.
El papel dice agosto y estamos a febrero
el
papel dice números y recuerda una fecha.
Si hay algo indestructible
cuánto
ocaso
si
hay algo incandescente
cuánta
lluvia de adentro
vieja
triste certeza.
Qué desolado amor desde estos meses
qué
honda reiteración a sal y canto.
De Un sol otras mañanas (1975)
NO SE FUE
Sí. Recuerdo tus verdes
tus mañanas.
No. La luz no se fue
se ha transformado.
De No hay luz sin consecuencias (1977)
VELAMOS Y
VENIMOS
El sol ya no es el mismo
pues se acerca el otoño
hoy lunes el otoño
con su fuerza, los nidos
ignorados del campo tan lejano.
Hay rumor de mar seco
hay patriarcas dormidos
sangre de tanto hermano
tanta voz en el viento.
No engañarse. Velamos.
Como viene el otoño
–no engañarse– venimos.
De La casa está habitada (1978)
PASAJERA
La nube del camino
el viento
el humo
la pasajera piedra en el ocaso.
HAY SOL
La piedra en el camino
reflexiona
hay sol
espera
nuestra segunda vez.
De En el nombre del trigo (1981)
CINCO
no inventar
sustantivos abstractos
calificar lo mínimo
hablar claro
cantar muy limpio
y limpiamente
semiotizar las cosas
que queremos decir
que no queremos
y debemos
podemos
De Conocer luego (1987)
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