La Radio del Gato

miércoles, 15 de junio de 2011

Ramón López Velarde (1888 - 1921)

  ¿QUÉ SERÁ LO QUE ESPERO?


Tus otoños me arrullan 
en coro de quimeras obstinadas; 
vas en mí cual la venda va en la herida; 
en bienestar de placidez me embriagas; 
la luna lugareña va en tus ojos 
¡oh blanda que eres entre todas blanda! 
y no sé todavía 
qué esperarán de ti mis esperanzas.

Si vas dentro de mí, como una inerme 
doncella por la zona devastada 
en que ruge el pecado, y si las fieras 
atónitas se echan cuando pasas; 
si has sido menos que una melodía 
suspirante, que flota sobre el ánima, 
y más que una pía salutación; 
si de tu pecho asciende una fragancia 
de limón, cabalmente refrescante 
e inicialmente ácida; 
si mi voto es que vivas dentro de una 
virginidad perenne aromática, 
vuélvese un hondo enigma 
lo que de ti persigue mi esperanza.

¿Qué me está reservado 
de tu persona etérea? ¿Qué es la arcana 
promesa de tus ser? Quizá el suspiro 
de tu propio existir; quizá la vaga 
anunciación penosa de tu rostro; 
la cadencia balsámica 
que eres tú misma, incienso y voz de armónium 
en la tarde llovida y encalmada...

De toda ti me viene 
la melodiosa dádiva 
que me brindó la escuela 
parroquial, en una hora ya lejana, 
en que unas voces núbiles 
y lentas ensayaban, 
en un solfeo cristalino y simple, 
una lección de Eslava.

Y de ti y de la escuela 
pido el cristal, pido las notas llanas, 
para invocarte ¡oscura 
y rabiosa esperanza! 
con una a colmada de presentes, 
con una a impregnada 
del licor de un banquete espiritual: 
¡ara mansa, ala diáfana, alma blanda, 
fragancia casta y ácida!

1º de agosto de 1915.

Ramón López Velarde


    ME ESTÁS VEDADA TÚ


¿Imaginas acaso la amargura 
que hay en no convivir 
los episodios de tu vida pura?

Me está vedado conseguir que el viento 
y la llovizna sean comedidos 
con tu pelo castaño.

Me está vedado oír en los latidos 
de tu paciente corazón (sagrario 
de dolor y clemencia), 
la fórmula escondida 
de mi propia existencia.

Me está vedado, cuando te fatigas 
y se fatiga hasta tu mismo traje, 
tomarte en brazos, como quien levanta 
a su propia ilusión incorruptible 
hecha fantasma que renuncia al viaje.

Despertarás una mañana gris 
y verás, en la luna de tu armario, 
desdibujarse un puño 
esquelético, y ante el funerario 
aviso, gritarás las cinco letras 
de mi nombre, con voz pávida y floja, 
¡Y yo me hallaré ausente 
de tu final congoja!

¿Imaginas acaso 
mi amargura impotente? 
Me estás vedada tú... Soy un fracaso 
de confesor y médico que siente 
perder a la mejor de sus enfermas 
y a su más efusiva penitente.

Ramón López Velarde
  TREINTA Y TRES


La edad del Cristo azul se me acongoja 
porque Mahoma me sigue tiñendo 
verde el espíritu y la carne roja, 
y los talla, el beduino y a la hurí, 
como una esmeralda en un rubí.

Yo querría gustar del caldo de habas, 
mas en la infinidad de mi deseo 
se suspenden las sílfides que veo 
como en la conservera las guayabas.

La piedra pómez fuera mi amuleto, 
pero mi humilde sino se contrista 
porque mi boca se instala en secreto 
en la feminidad del esqueleto 
con un crepúsculo de diamantista.

Afluye la parábola y flamea 
y gasto mis talentos en la lucha 
de la Arabia Feliz con Galilea.

Me asfixia, en una dualidad funesta, 
Ligia, la mártir de pestaña enhiesta, 
y de Zoraida la grupa bisiesta.

Plenitud de cerebro y corazón; 
oro en los dedos y en las sienes rosas; 
y el Profeta de cabras se perfila 
más fuerte que los dioses y las diosas.

¡Oh, plenitud cordial y reflexiva: 
regateas con Cristo las mercedes 
de fruto y flor, y ni siquiera puedes 
tu cadáver colgar en la impoluta 
atmósfera imantada de una gruta!


Ramón López Velarde

Notas de edición José Luis Martínez: Primera publicación conocida en México Moderno, México, 1º de noviembre de 1921.

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