Daniela Saidman (Diario de Guayana, Venezuela)
Lo que está en juego en el mundo es la vida. El modo de producción de este planeta que tenemos por hogar hace más pobres a los pobres. No sólo están muriendo las aguas y los árboles, sino el ser humano. Parece que nos hemos empeñado en destruirnos, en avanzar indetenibles y raudos hacia la nada. Para salvar y salvarnos no basta con pintar los carros de verde y usar gasolina verde y productos verdes, y hacer caridad, se trata más bien de tener conciencia de que es el modelo que Occidente ha impuesto a sangre y fuego el que nos borrará de la historia humana, porque no habrá historia que contar ni quién la cuente.
Y ese es precisamente el cuento que cuenta Eduardo Galeano en Úselo y tírelo, El mundo visto desde una ecología latinoamericana, publicado en su cuarta edición por Booket, en 2008, un libro que reúne textos desde Las venas abiertas de América Latina hasta Las palabras andantes, sumados a otros que fueron especialmente escritos para esta edición
Galeano recoge la denuncia, muestra el dolor y llora las tristezas de todos, en estas páginas levanta los estandartes del mundo que necesariamente debe ser, ese que se merecen las hijas y los hijos por venir.
“Llevamos quinientos años aprendiendo a odiarnos entre nosotros y a trabajar con alma y vida por nuestra propia perdición, y en eso estamos; pero todavía no hemos podido corregir nuestra porfiada costumbre de abrazos, nuestra manía de andar soñando despiertos y chocándonos con todo y cierta tendencia a la resurrección inexplicable”.
Los más que menos tienen viven tratando de sobrevivir y los pocos que mucho ostentan viven para consumir más. Es el mundo patas arriba, absurdo, y cínico, injusto e inhumano, tanto que nos condena a la soledad. Mientras seguimos convencidos de comprar lo que las pantallas venden y el sistema abona, nos volvemos cada vez más indiferentes al dolor del otro, a su hambre y a su miseria de siglos y de penas.
“El precario equilibrio del mundo, que rueda al borde del abismo, depende de la perpetuación de la injusticia. Es necesaria la miseria de muchos para que sea posible el derroche de pocos. Para que pocos sigan consumiendo de más, muchos deben seguir consumiendo de menos. Y para evitar que nadie se pase de la raya, el sistema multiplica las armas de guerra”. (Ser como ellos, fragmento)
Así, Galeano va narrando lo que nos pasa, lo que hemos dejado que nos pase, porque diciendo y reconociendo nuestros miedos damos el primer paso hacia el futuro irrevocable, ese que hay que construir a punta de cantos, de sueños, de manos y de abrazos. Porque para ser tendremos necesariamente que soñar juntos el mismo sueño, esa es la utopía realizable, la que nacerá de los vientres de los pueblos.
“Los usurpadores se irán a los confines del agua… Ya no habrá devoradores de hombres… Al terminar la codicia, se desatará la cara, se desatarán las manos, se desatarán los pies del mundo”. (Se desatará la cara del mundo, fragmento)
La farsa de este principio de siglo se pinta de verde, pero no aquel “verde que te quiero verde” del poeta español, sino este color que ha engendrado el comercio, el de las plantas de plástico, las aguas estancadas y los billetes del norte. Promueven la ecología quienes cometen los ecocidios y después nos culpan a todos y nos venden desodorantes que no afectan la capa de ozono y transgénicos. Y sí, nos venden productos verdes, especies verdes, pero no firman protocolos ambientales, y prefieren mudar las fábricas donde la mano de obra es más barata y la tierra se muere de sed.
“Este sistema de vida que se ofrece como paraíso, fundado en la explotación del prójimo y en la aniquilación de la naturaleza, es el que nos está enfermando el cuerpo, nos está envenenando el alma y nos está dejando sin mundo. Extirpación del comunismo, implantación del consumismo: la operación ha sido todo un éxito, pero el paciente se está muriendo”. (Cinco frases que hacen crecer la nariz de Pinocho, fragmento).
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