No estamos de moda. Porque
pintamos con el mismo énfasis y los mismos problemas que pintaron El Greco,
Picasso o Velásquez; porque conservamos la terca tradición de andar ensuciándonos
las manos con pinceles roñosos. No estamos de moda porque nos resistimos a
comernos la mierda, a lamber el culo gordo
de críticos oportunistas que no hacen más que zangolotearse como gusanos
hambrientos por el barro de los incapaces y panfletarios que les pagan la
cerveza y el pan. No estamos de moda porque nuestra postura anacrónica se niega
a que la mera habladuría, retozona e inflada, de los moscardones nos tiña la
cara. No estamos de moda porque mientras existamos, los críticos petulantes,
los malos artistas que se han dedicado a cultivar palabras hinchadas,
manoseadas, cabalmente inútiles, no podrán sentenciar que el arte nace en sus
dientes careados de hipocresías dulzonas y golosinas compradas con la plata que
se le paga para jurar obras ramplonas, intrascendentes. No estamos de moda
porque nos aburrimos ante el urinario de Duchamps y, a cambio, quedamos
deslumbrados ante la Noche Estrellada
de Van Gogh. No estamos de moda porque somos honestos, y desdeñamos de la glorificación
ociosa de las ideas que afean el mundo, que lo pueblan de conceptos facinerosos
y amaricados. No estamos de moda porque insistimos que las palabras son asunto
de la literatura y no de las artes visuales. No estamos de moda porque los
concursos, siempre dirigidos y dictaminados por críticos esnobistas y
aplanadores, se han empecinado fieramente en dejarnos afuera, como si con eso
fueran capaces de frenar la verdad que el tiempo y la historia les estampará en
las narices. No estamos de moda porque en cada reunión, en cada oportunidad,
como ésta, sacamos a la luz sus rancias patrañas, la farsa que alimentan y
propagan creyéndose inteligentes, la crema cuajada de un postre que se infectó
de imbéciles. No estamos de moda porque somos pintores en una jaula de monos,
de orangutanes que no se dan cuenta que se están metiendo en la boca de un lobo
viejo y paciente; el mismo lobo por el que sus padres ideológicos lucharon, pretendiéndose
alejarse y corromper el nidal de sabandijas que es el arte y en el que ellos
–los monos de hoy- se metieron de cabeza, de cabezas huecas. No estamos de moda
porque no vendemos lo que ellos venden: espectáculo ramplón, show barato, escándalos
previsibles. No estamos de moda porque somos concientes que esos conceptos
pueden ser creados con más soltura y rapidez de lo que se necesita para
llevarlos a cabo, y no nos atrapan las guarangadas. No estamos de moda porque
estamos en la trinchera de las verdades incanjeables, nunca transitorias, que
el hombre a descubierto y de las cuales ha dejado registro desde la época de
las cavernas. No estamos de moda porque nos resistimos a vendernos a postores
desmesurados y crápulas, que nos venden consejos a cambio de aplausos simplones
y abrazos zalameros. No estamos de moda porque nunca pusimos los ojos en las
modas, porque nos movilizan pasiones intrínsecas e insoslayables. No estamos de
moda porque no somos mojigatos ni marquetineros ni lameculos, ni vendemos el
rico patrimonio de nuestra dignidad a cambio de diplomas apócrifos y
articulitos incomprensibles y dislocados de la realidad. No estamos de moda
porque atendemos a pulsaciones naturales, nunca descogolladas de invenciones ociosas
engendradas en lecturas frívolas, tontas o simples impactos espasmódicos
ofrendados por la TV
o Google. No estamos de moda porque sabemos que las modas son pasajeras
desagradables y enfermizas de un tren selectivo con sus ocupantes. No estamos
de moda porque no nos gusta abrirnos de piernas gratuitamente para obtener un
certificado que selle que somos artistas. No estamos de moda porque somos
artistas sin que nadie nos estampe el título, la placa comprada en encuentros
bobalicones y llenos de estupideces. No estamos de moda simplemente porque
somos pintores, artistas, y aborrecemos de esa salsa ácida de los escandalosos
sin fundamento. No estamos de moda porque seguimos con los ojos puestos en Cézanne
y no en Mc Donalds. No estamos de moda porque las tejedoras mediocres de este
tapiz achanchado que se ha tornado el arte, están obsesionadas en que los medios
y la eternidad las incluyan y erijan sus bustos panzudos al lado de Caravaggio
y Gauguin, a pesar de que nunca lo puedan confesar. No estamos de moda y eso
nos deja sin la posibilidad de acceder al beneficio de los premios y las
pasantías. Estamos en un hueco temporáneo, porque no estamos de moda. No
estamos de moda. Algo bien estaremos haciendo.
Mario Sarabí
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