Hay historias que aparecen en el devenir del trabajo
periodístico que son de las que se relatan como anécdota o mejor se callan,
porque oralmente son nimias. Hay en ellas, sin embargo, algo que debe ser
contado, y entonces uno las escribe en ratos que le saca al trabajo remunerado,
que paga todos los meses pero da satisfacciones con mucha menos frecuencia.
Estas
historias, a veces, quedan allí. Forman esa costra que los periodistas llaman
experiencia; conocimientos vanos que hacen callos. Generalmente se postergan
para la gran novela que se escribirá, pues de poco vale contar que uno salió de
pesca con un profesional arriesgándose a vientos, porque en verdad no pasó nada
aunque pasara tanto. Y si no, se escriben. Todo en ellas es cierto, y la
definición dice que deben dar cuenta de algo importante y disimulado en la
rutina, ocultado, olvidado: el género se llama reportaje.
Un homenaje
sin intenciones justo en el momento que el maestro descansará en paz.
En "Historias de
Verdad", publicado recientemente por Grupo Editor, nos encontramos con un
texto, junto a otras diez historias, denominado "El efecto
capullo", donde el escritor y periodista Andrés Alsina, recrea
a través del recuerdo de sus vecinos al Maestro Julio Castro.
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