Cae la noche. La luna se fragmenta en la habitación,
como una piedra atravesando el cristal. Una brisa etérea se devana entre las venas
ceñidas. Voces sepulcrales invaden los ecos del silencio. El ulular de búhos
señala el embargo a la oscuridad. Como un abatir de vuelos, el corazón palpita
en las entrañas. Los músculos convulsionan. Ensoñación nocturna. Noche de
poetas. Visiones del más allá sitian los sentidos. Los cuerpos poco a poco se
entregan a la pasión, a la aproximación del amor. En completa ceguera, se
unifican con el mismo fin. Hechizo de brujas ancestrales asoman temerosas al
encuentro. Temen de tanta excitación. Liberadas de todo ostracismo, las siete
virtudes, se entregan al goce erótico. Casi amanece. La luna ha hecho su
recorrido. Las rapaces aves crepusculares se disipan lentas a sus madrigueras.
Como un volcán, en concierto, emerge el magma delicioso. Las pulsaciones se
disipan. El vuelo se detiene. Amaneció. También nosotros regresamos al abrigo
de los sueños. Por un instante, nos reconciliamos al amor.
Jan Kaa
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