Hay días tan hoscos. La amargura alza
morada en cada estoma. Como hiedra sedienta escudriña el lagrimal de los ojos entuertos,
corrompidos. Rasguñando los capiteles del cerebro. Días que no le caben
pasiones. En la espesura de los vapores infames de estas vidas, sólo hay lugar para
el desamor. Amor desertado y desoído. El día va muriendo, como mueren las
madres y sus subyugados hijos, en el cuerno de África. Luchando entre la vida y
la muerte. Desazón ingenua y única de los malvivientes.
Me encumbro a los dioses que
descreo.
Jan Kaa
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