La Radio del Gato

sábado, 21 de mayo de 2011

Entrevista: Héctor Rosales – Poeta y escritor uruguayo

Por: Jandra Pagani (Para Revista Hipoética de marzo 2011 Nº 19)

“…el arte ha sido y continuará siendo un ejercicio enormemente vocacional y utópico”

Críticos culturales avizoran una cultura decadente en nuestro país, sin dejar de aludir el quebranto de identidad. Esto, ha sido advertido en las últimas generaciones. Siendo, toda la sociedad, testigos silenciosos. Incluso los gobiernos de turno, la familia y los educadores, que han dado carta blanca a determinados medios o programas de televisión, de forma absolutamente permisiva. Sin dejar de lado la tan popularizada “globalización”, que se ha instaurado para quedar, provocando en el Hombre un total individualismo. Hoy estamos frente a una crisis de sentido que inquieta a quienes desean manifestar sus ideas o sentimientos a través del arte.

Mientras que las mismas instituciones no abran el abanico cultural, seguiremos creyendo que en Uruguay sólo hay candombe, murga, mate y asado…

Héctor, viviendo desde hace poco más de 30 años en el primer mundo, ¿cuál es tu visión respecto a estas observaciones?
-- Lo que llamas “crisis de sentido” no sólo afecta a los artistas, es un efecto fácil y lamentablemente visible en todos los grupos sociales, en particular dentro del mundo occidental.
El análisis de la situación nos llevaría mucho más tiempo del que disponemos para este diálogo. La raíz del problema (resumiendo al máximo el enfoque) está en la paupérrima política educativa de los gobiernos, o en la nula política sin más.
No existen programas que fomenten el desarrollo de las personas según su naturaleza, y en función de su integración a la sociedad. No hay, paralelamente, uno varios modelos válidos para una sociedad proyectada desde el siglo XXI.
Se siguen poniendo parches a los mismos errores de siempre.

Fuiste, de alguna manera, testigo del desarraigo que sufren nuestros artistas, por citar algún nombre: Julio Chapper, Rolando Faget, Salvador Puig, Fernando Cabrera… la lista es larga, ¿a quién le atañes la responsabilidad de esta nulidad?
-- Hay una suma de circunstancias. En Uruguay el arte ha sido y continuará siendo un ejercicio enormemente vocacional y utópico. Todo creador de largo aliento, con conciencia de fondo, es en sí mismo un desarraigado. Quiere mejorar su dimensión humana y, en consecuencia, mejorar en lo que pueda la percepción de los demás. El instrumento, el vehículo, es la obra.
En un lugar como la Banda Oriental, donde todavía se mal cultiva el convencimiento de que, por ejemplo un escultor, no debe cobrar por su trabajo sino regalar cada escultura, hay mucho para educar. Me gustaría saber qué capacitación, actitud laboral, responsabilidad social, inteligencia crítica y especialmente autocrítica, tienen quienes calientan los sillones del Ministerio de Cultura, por llamarle de algún modo a ese sitio.

¿Crees que los intelectuales uruguayos establecidos fuera del país, pueden hacer alguna contribución para el desarrollo actual del país?
-- Por supuesto que sí. En primera instancia trazar puentes de comunicación con otros países, culturas, sistemas de enseñanza, mecanismos de producción. Pero no nos olvidemos que quienes vivimos en el exterior todavía no tenemos ni siquiera derecho a voto en Uruguay. Y esa ley, por nombrar una, se establece desde el interior.
De todos modos creo que, en general, quienes vivimos fuera del país disponemos (la hemos ganado a pulso y con muchísimo sudor) de una independencia crítica que puede y debe ser constructiva para el desarrollo de la sociedad uruguaya.

Y, ¿los que viven en el país?
-- Tienen que recuperar o conquistar la libertad de criterio, y actuar con rigor y valentía, sin descuidar una honesta y responsable capacidad de diálogo, para superar la sordera, el aislamiento, la miseria personal y colectiva que nos ha endosado nuestro paso por la joven historia local.

¿Consideras que el arte puede ayudar a mejorar al ser humano?
-- Sin  el arte no seríamos humanos, seríamos los más tristes bichos de este torcido planetita, o unas máquinas patéticas, de usar y tirar.

¿Qué te llevó a escribir? Cuéntanos, ¿cómo descubriste tu interés por la literatura?
-- En la casa natal de Montevideo, mi abuelo y mi padre leían libros y periódicos. El niño que fui tuvo acceso a esas experiencias, primero escuchó y después leyó. Lo demás estaba en mi propia naturaleza. Traté de ser consecuente.

Tu obra, ¿cómo la calificarías? Dímelo con tres adjetivos.
-- Deudora (de maestros que admiro). Personal (comprometida con mi vida y sus búsquedas). Independiente (nunca escribí para laureles, mercados ni aplausos).

Acaso, es fruto ¿de la disciplina o de la inspiración?
-- De ambos recursos. Aislados, no funcionan.

¿Cómo ha influido en tu obra el hecho de vivir en otra comunidad cultural, intelectual y lingüística?
-- Barcelona es una ciudad donde se puede encontrar cualquier fuente cultural. Es innumerable la cantidad de referencias artísticas y vivencias humanas recibidas en más de tres décadas de vida en esta comunidad. Y luego Europa.
Una cosa es imaginar estos entornos, otra sentirlos físicamente, interiorizando lo que aparece en los caminos. Y aplicando después la reflexión. Es como si miraras algo a través de distintos lentes. La obra no puede quedar afuera de estas influencias.

¿Cómo afecta emocionalmente, sobre ti, el hecho de vivir fuera de Uruguay?
-- El alma crece sin hogar. El que hubo, se perdió. Uno aprende, porque no hay más remedio, que el presente y el futuro serán rincones provisorios. El desarraigo del que hablábamos debe asumirse como algo natural. Con los años comprobamos que esto le ocurre a la mayoría de los seres humanos. Nuestra condición es la más extraña entre las razas animales. Y lo peor es que la culpa es nuestra.

¿Podrías exteriorizarnos algunos recuerdos que nos ayuden a imaginar cómo miras sentimentalmente hacia este pequeño país?
-- Veredas, árboles, ciertas casas con vecinos en el frente y charlas que años después, ya en el exterior, me di cuenta que configuraban “una familia grande”. Playas y viento, un río marrón que auguraba viajes. Poetas, narradores, músicos, profesores, barrios como planetas, ciertas ventanas por las cuales ahora miro hacia dentro.
Gente que ha sido y es la razón del aire. Una ética sin la cual me habría sido imposible vivir.

¿Consideras que la emigración y el exilio están presentes en tu obra y en la de tu generación?
-- Completamente.

Cuando piensas y hablas sobre Uruguay, ¿cuáles son tus temas recurrentes, las preocupaciones fundamentales?
-- Las personas, el pueblo, sus necesidades. La empecinada creencia en que es posible un verdadero país, un ámbito social organizado con inteligencia, buena voluntad, una base formativa sólida y orientada hacia delante. Una sociedad sincera, constructiva, solidaria, que acepte los propios errores y se juegue en corregirlos. Con ciudadanos que actúen como tales y sepan desarrollarse junto al prójimo.
Estamos muy lejos de estos objetivos, pero si no los abandonamos, otras generaciones los conocerán en la práctica y los sabrán cuidar como se merecen.
Habrá valido la pena penar, sin duda.

¿Te mantienes al tanto de la labor intelectual de los uruguayos?
-- Sí. E insisto: hay mucho trabajo pendiente. Mucho. Uruguay requiere una estructura cultural básica, que no tiene. Hablamos de media y alta cultura. Hay algunos autores y obras interesantes, pero sin difusión interna y ni hablemos de la exterior. Pero falta crítica cualificada, seria, con auténtica independencia, editoriales que seleccionen y editen calidad, suplementos, radios, espacios en Internet que proyecten trabajos con un nivel que suba el listón nacional e internacional. Hay gente que puede hacerlo, y esto es lo importante, lo que requiere apoyo. Toda la cultura saldrá beneficiada. Todo el país.

¿Qué escritores y obras te interesan especialmente?
-- Rulfo, Borges, Onetti, Vallejo, Celan, Aleixandre, Quiroga, Lorca, Herrera y Reissig, Marosa, Unamuno, Papini, Orfila Bardesio, Dickens, Eliot, Rimbaud, Pound, Joseph Conrad, Baudelaire, en fin, por fortuna la lista es mucho más larga.

Concluyendo, publicaste tu último poemario “Mientras la lluvia no borre las huellas” en 2002, ¿para cuándo el próximo?
-- No lo sé. Uno va leyendo y escribiendo. Lo que sí sé es que no tengo ninguna prisa.









2 comentarios:

juana guaraglia dijo...

Un abrazo desde el este de un Uruguay que para bien y para mal viaja a cuarto de máquina por el loquero de la vida, sin políticas culturales sólidas, pero con un reguero de artistas natos que es pa sacarse el sombrero.
Lúcida tu mirada desde la nueva vieja Europa.

juana guaraglia dijo...

Un abrazo desde el este de un Uruguay que para bien y para mal viaja a cuarto de máquina por el loquero de la vida, sin políticas culturales sólidas, pero con un reguero de artistas natos que es pa sacarse el sombrero.
Lúcida tu mirada desde la nueva vieja Europa.

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