La Radio del Gato

lunes, 6 de diciembre de 2010

MARIA ESTER GATTI DE ISLAS

      Ayer un gran sentimiento de dolor recorrió el país y el mundo todo. Dejó este mundo María Ester Gatti de Islas, a los 92 años, una hermosa y gran mujer. Un ejemplo de grandeza y ternura, que marcó todo un hito en nuestra mejor historia.
     Las grandes mujeres no necesitan vocifereos ni gestos de fuerza para ser  inclaudicables.  Les alcanza con la luz y el brillo de sus ojos para marcar rumbos irrenunciables a la sociedad toda. Y eso hizo María Ester Gatti de Islas, a quien además le sobró brillo y belleza en sus ojos inolvidables.
     Luchó por una verdad, el reclamo inapelable de una madre, saber qué había sido de su hija o de sus huesos, ese derecho que le negó la bajeza que acredita a los pobres mediocres, unos jodidos que, capuchas por medio, supieron o creyeron sentirse fuertes.
      Y no solo eso, tuvo que luchar para ubicar a su nieta Mariana, y lo logró, desafiándolo todo: falsificaciones, clandestinidades casi oficiales, y mezquindades incalificables del poder.
      Pero lo logró, ubicó a su nieta en 1992, y logró que recuperara su identidad. Pero nunca abandonó la lucha por la verdad para todos, siendo impulsora del voto verde, y graficó su lucha: “no hay que perder jamás la esperanza y tampoco la decisión de luchar”.
     Hoy, algún distraído, -que está preso y condenado por una justicia respetuosa y que le brindó todas las garantías-, y que es visitado por sus hijas semanalmente, no entiende el dolor de mujeres como María Ester. Que hace 34 años que estuvo y muere condenada a no saber de su hija, ni eventualmente de sus restos.
       Fundadora del Movimiento de Familiares de Uruguayos Desaparecidos, no supo de claudicaciones, junto a muchos, que como ella, llevan adelante, una lucha que en esencia significa recuperar la dignidad humana.
       Hombres y mujeres pueden llegar al estado de grandeza, pero la grandeza de  mujeres como María Ester, está marcada por ese no se que, que le agrega la eventualidad de la maternidad, que es casi un privilegio inalcanzable, un privilegio cargado de amor y responsabilidad.
      María Ester Gatti merece una tumba en paz. Nosotros ser fieles a su legado y su lección de vida. No es poco, pero debiera ser hermoso.
                         Héctor Vernengo

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