PINTURA VIVA
(La muestra ISUSA, claro ejemplo)
(La muestra ISUSA, claro ejemplo)
El arte uruguayo, ya no la pintura, el arte, esa suerte de palabra invadida, ese óvulo primigenio sitiado de espermatozoides de laboratorio, en fin, el “arte uruguayo” navega en ese caldo de cultivo, en esa sopa de palabras vacías, donde la sosa verborrea de los críticos pareciera ser la ley. Una suerte de inquisición ridícula donde lo que no es conceptual, espectacular, tecnológico, raro, violento, original; merece la hoguera, o, lo que es lo mismo en el fanático mundo del arte, el olvido.
Uruguay sigue participando en las grandes bienales de arte con productos casi absolutamente conceptuales, hacemos que desfilen, ante los ojos del mundo, enfermizos “artistas” que se comen su excremento, video-instalaciones absurdos y formalmente aburridísimos, y un etcétera que no me enorgullece ni me representa en nada. Y los críticos, que casi nunca o nunca tocaron un pincel, escriben largos catálogos explicándonos lo maravillosa y profunda que es esa silla colocada sobre una palangana, y, como no son imbéciles (sólo hipócritas), se sirven de frases magistrales, de autores extrañísimos, a modo de flauta de encantamiento. Circulan las palabras inocentes de autores como Calvino o Proust tratando de justificar el espacio que ocupa en una sala aquella silla y aquella palangana que el “artista” posiblemente nunca tocó.
Ahora sí, vamos al punto.
Encontrarme con la muestra de pinturas del Concurso ISUSA fue una de las alegrías artísticas más importantes del año. Las obras, todas o casi todas, revelan a verdaderos artistas uruguayos, de esos ignorados quizá, comprometidos con el arte, concientes de la magnitud cultural, social e histórica de esa palabra tan manoseada. Si usted es pintor seguramente sentirá un aletargado escalofrío intelectual al ver que hay tanta gente por ahí, viva, que avanza con seriedad y talento por ese camino trascendente que los críticos, ese parasito cancerigeno del arte, se han empeñado en hacer desaparecer.
Por otro lado, casi en simultaneo, he visto una exposición compartida que se realiza a tres o cuatro cuadras de ahí, por la misma calle, en donde se descubre claramente a otro tipo de espermatozoide (por suerte más humano), el de la pintura que no llega a ser PINTURA. En éste caso un espermatozoide que históricamente a muerto comiendo galletitas dulces con te en las circunvalaciones acuosas del arte, y cuyos cadáveres se pudren en los talleres de pintura que les dieron cobijo o adornando paredes en la casa de familiares, en ambos casos, el olvido es el eficiente soldado de la justicia.
Si por esos azares inexplicables de los paquetes turísticos, o los consabidos extravíos de la gente de primer mundo (nosotros no, no se puede perder quien no se ha encontrado, menos quien olvida el lugar del que proviene), llegara un extranjero a la ciudad, y, antes de irse, fuera a visitar estas dos exposiciones, diría que: la buena pintura en Uruguay existe, y no está en Paysandú.
Uruguay sigue participando en las grandes bienales de arte con productos casi absolutamente conceptuales, hacemos que desfilen, ante los ojos del mundo, enfermizos “artistas” que se comen su excremento, video-instalaciones absurdos y formalmente aburridísimos, y un etcétera que no me enorgullece ni me representa en nada. Y los críticos, que casi nunca o nunca tocaron un pincel, escriben largos catálogos explicándonos lo maravillosa y profunda que es esa silla colocada sobre una palangana, y, como no son imbéciles (sólo hipócritas), se sirven de frases magistrales, de autores extrañísimos, a modo de flauta de encantamiento. Circulan las palabras inocentes de autores como Calvino o Proust tratando de justificar el espacio que ocupa en una sala aquella silla y aquella palangana que el “artista” posiblemente nunca tocó.
Ahora sí, vamos al punto.
Encontrarme con la muestra de pinturas del Concurso ISUSA fue una de las alegrías artísticas más importantes del año. Las obras, todas o casi todas, revelan a verdaderos artistas uruguayos, de esos ignorados quizá, comprometidos con el arte, concientes de la magnitud cultural, social e histórica de esa palabra tan manoseada. Si usted es pintor seguramente sentirá un aletargado escalofrío intelectual al ver que hay tanta gente por ahí, viva, que avanza con seriedad y talento por ese camino trascendente que los críticos, ese parasito cancerigeno del arte, se han empeñado en hacer desaparecer.
Por otro lado, casi en simultaneo, he visto una exposición compartida que se realiza a tres o cuatro cuadras de ahí, por la misma calle, en donde se descubre claramente a otro tipo de espermatozoide (por suerte más humano), el de la pintura que no llega a ser PINTURA. En éste caso un espermatozoide que históricamente a muerto comiendo galletitas dulces con te en las circunvalaciones acuosas del arte, y cuyos cadáveres se pudren en los talleres de pintura que les dieron cobijo o adornando paredes en la casa de familiares, en ambos casos, el olvido es el eficiente soldado de la justicia.
Si por esos azares inexplicables de los paquetes turísticos, o los consabidos extravíos de la gente de primer mundo (nosotros no, no se puede perder quien no se ha encontrado, menos quien olvida el lugar del que proviene), llegara un extranjero a la ciudad, y, antes de irse, fuera a visitar estas dos exposiciones, diría que: la buena pintura en Uruguay existe, y no está en Paysandú.
Mario L. Sarabí
1 comentario:
Hola , respecto a lo que es y lo que no es arte, soy pintor y apoyo lo expresado en favor de la pintura,que puedo decir, soy de la escuela nacional de bellas artes, donde hay diferentes disciplinas, pintura, fotografía, escultura, y..., estan los performáticos, las performances, bueno, todo dicho, y , si el moderador lo permite, detallo una performance hecha por alguien, para entender el grado de abyección al que se ha llegado, frente a un auditorio, es decir ante público presente, un performático se +turbo, todo dicho.
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