La Radio del Gato

miércoles, 21 de abril de 2010

RECURSOS DEL MÉTODO - Jorge Jesús

CRÓNICA 27


Si la memoria fuera un cuaderno, juntaría palabras; y si la memoria no fuera un cuaderno, creo que es algo parecido y tengo donde ordenar palabras, la memoria. Si las oriento en un sentido, podría ordenar la fuente; darle nexos a tanto fragmento de mi mismo. Fruto de la destrucción que realiza del Botas Negras, se me vuela el mundo cerca de las lunas, que me regalara mi madre.

El Botas Negras, me hace gritar y el grito rompe, o deja con cierta contracturas, a las palabras. Entre cada fragmento, puedo asociar y hacer girar lugares íntimos, en torno al nombre de Pedro Jonas, su servidor.

Algo es el viento adentro de la capucha; como si fuera un ventilador plantado en el horizonte, me desordena las palabras que voy juntando, eso es el olvido, un viento del pasado que me desparrama las palabras hacia no sé dónde. No obstante, algo se va centrando en mi nombre, Pedro Jonas.

En este juntar palabras, sobre la superficie de la memoria, el olvido entrevera al viento del pasado; y las letras se ocultan, y aparece aquella tarde, una tardecita, allá donde empieza calle Uruguay; como un nervio del río en el monte orillero.

Un nido de pájaros, mi padre me alza sobre sus hombros y veo los huevitos blancos. Son palomitas de la virgen que viven en el nido, dice mamá. No entendía, pero me gustaba, que la virgencita diera nombre a las palomas de mamá.

Cuidado que el nido tiene algo que no se toca, dice mamá con una mirada pícara. Yo me cuidaba de no tocar los huevitos tan chiquitos, mientras mis hermanos me bajaban; papá los subía al cielo de las palomitas de la virgen. Mi hermana Micaela, sonríe en la foto que una vecina despeja del rebozo de bebita, mientras otra ceba mate dulce y sonríe con mamá.

Los ruidos del Botas Negras molestan y descorren vientos del pasado. Me instala en el viento del presente lastimoso de los detenidos, que se hacen cercanos. La memoria salva las palabras de aquella tardecita, y me guarda las palomitas de la virgen.

Vienen, y al llegar me agarran de los brazos, de manos atadas a fierro de las esposas. A las manos, no las siento, de tanto colgar desde ellas el peso del cuerpo al revés. Arrastran un grupo de quejidos, hombres y mujeres. Las piernas no andan en su lugar de hacer el paso, a causa del plantón que las deja con tanto líquido retenido, que se amplía la piel; hasta donde puede contener la dilatación, la hinchazón, y se duermen mis pies y las piernas que ya no siento.

En el habitáculo hasta donde nos arrastran, una voz conocida ordena metódico y cuenta, cada zambullida de mi cabeza en un tacho con agua; por la frecuencia parece tener un reloj en sus manos, que le da el tiempo de la retención de mi cabeza adentro del agua, y retire y otra vez al agua.

El Botas Negras, infaltable, atisba los adentros de mis gorgoritos. Y yo dale con el miedo al máximo, miedo de vivir con la ventana abierta entre la vida y la muerte de la asfixia. El temor centra la resistencia vital de Pedro Jonas su servidor, en la necesidad de vivir, porque mi madre sonriendo, ya me contara las lunas para vivirlas, y no para que el Botas Negras, me las apague por que sí.

El Botas Negras juega y experimenta su aprendizaje, juega a pasearme por linderos de la nada. Le gusta, se nota que apuesta consigo mismo, y ríe mientras festeja sus palabras; pendientes de la transmisión del partido de futbol.

Le molesta atenderme y no disponer de la orden de hacerme “Boleta”; como le gusta proponer, hacer un desaparecido llamado Pedro Jonas, que me resisto a serlo; porque mamá es la que ya contara las lunas, y ese destino de vida que me falta vivir, es el que me quiere romper el torturador.

Baraja mi pánico en sus manos. Crece la firmeza de su risa estentórea, se le nota tentado por el poder, que tiene sobre la vida y la muerte del detenido Pedro Jonas; trofeo de la dictadura de Las Fuerzas Conjuntas de La Orden Debida; expuesto en el cuartel de infantería de Paysandú; integrado por soldados que asesinan a los vecinos de la ciudad, como asesinaron a Ivo.

Ultimado con el recurso asesino de la tortura; la tortura lo mata a Ivo, con las manos de uniformados, quienes tienen nombres y apellidos que se ocultan en tales recintos; Ivo es un vecino de la cancha de Estudiantil; y los torturadores de turno lo asesinaron con las manos atadas en un cuartel de Paysandú; ciudad, que prometieron defender en la jura a la bandera; acompañados por la banda militar, cuyos integrantes interpretan el Himno nacional; y los mismos soldados músicos integran, equipos de custodias confiables de los torturadores del cuartel; vaya ironía, en qué manos estamos los detenidos, y el Himno nacional que habla del temblor de los tiranos.

El poder de vida y muerte es poder que tiene un oficial del ejército de la dictadura, porque aquí la gente es torturada como cosa corriente; cotidianidad donde vive la relación de la dictadura con el pueblo; a quien hay que atemorizar.

Y la gente también se muere en la tortura, la tortura asesina gente como a Ivo; mi amigo detenido por obrero, consecuente con sus tareas solidarias. El Botas Negras remolineado por la servidumbre asesina del cabo Sixto Mandacarú, se pasea a mi lado, yel miedo me comunica sus intenciones preferidas.

Él sabe que no deseo morir, y juega a decir medio en serio medio en broma, quién lo sabe, un palabreo sobre pozos y tumbas, tapadas con sal y cal viva sobre el detenido enterrado.

Palabreo que redunda en sus palabras, y las grita en mi oído, para enterrarte en el campo, hijodeputa, dice, y qué le voy a decir yo, que busco un texto de palabras diferentes y no tan repetidas como la muerte. Acaso, la memoria salva al viento del pasado, me trae palomitas del monte, y empollan palabras de ahora.

(del libro que escribo desde el título “NOCHES SIN CAMPANAS")
JORGE JESÚS

No hay comentarios:

Traductor